lunes, 10 de diciembre de 2007

Desde los Afectos y los Sentimientos

Gran numero de cristianos basados en sus propios sentimientos y emociones, o movidos por deseos de realización personal, buscan conciente o inconscientemente justificar sus acciones, expresando que con ellas llevan a cabo la Voluntad de Dios; adjudicando así la responsabilidad a Dios de cosas que talvez Él no ha dicho hacer. Otros en cambio, y en algunos casos sin tener conciencia plena de ello, son movidos por la obtención del reconocimiento o la aceptación publica, en su búsqueda de afecto meramente humano, se engañan a sí mismos, creyendo que lo que hacen es el fruto del amor de Dios en sus vidas. Basta con hacer un poco de memoria en la historia de la humanidad para reconocer las cosas absurdas hechas por los hombres en el nombre de Dios.

El uso correcto de La Palabra de Dios y la acción del espíritu santo en nosotros, nos permitirán separar para ordenar aquellos pensamientos que son nuestros de aquellos que provienen de Dios. Mejor será entonces que usemos bien la herramienta aguda de Su Palabra que nos permitirá reconocer el verdadero motor de nuestras acciones y conductas, y en que cosas estamos depositando nuestros afectos y expectativas. El conocimiento de Su Palabra y la operación de la manifestación del espíritu santo dentro de nosotros nos ayudará en dicha tarea.
Filipenses 3:15 declara que si sintiéramos alguna otra cosas que difiriera con Su Voluntad, Él nos lo haría saber, trabajando en nuestros corazones hasta el punto de exponerlo claramente, reduciendo así al conflicto a una cuestión de “simple honestidad”.

La intención que deberiamos desorrollar sería la de hallar aquella información básica dentro de las Escrituras para comprender el punto de vista de Dios sobre la vida tanto de los afectos, de las pasiones y sentimientos, como la del pensamiento reflexivo y de los razonamientos lógicos que tan activamente participan formando el animo y carácter de todo hombre, para saber que hacer con ellos a la hora de vivir una vida agradable a Dios.

Haciendo un análisis del pensamiento cristiano podemos observar en general dos corrientes doctrinalmente opuestas y diferentes en referencia a cual sería el papel que jugarían los sentimientos, los afectos y las pasiones en las vidas de los cristianos.
Están aquellos que dedicándose al estudio intensivo y exhaustivo de las Escrituras, dan preeminencia a la razón sobre los afectos y emociones, proclamando la necesidad de negarse a si mismo, desechando todo tipo de pasiones, sentimientos, afectos y emociones, en beneficio de adquirir “cierto grado de espiritualidad”, como parte de un plan para hacer morir lo terrenal y la carnalidad en sus vidas, exaltando así la razón y el pensamiento reflexivo por encima de las pasiones y sentimientos .

Mientras otro grupo cree y proclama una vida espiritualmente verdadera basada en expresiones tanto verbales como corporales, que efusivamente exageradas y cargadas de sentimentalismo, promueven más bien la exaltación de las emociones por encima de la enseñanza correcta de la sana doctrina de las Sagradas Escrituras. Dichas sensaciones y emociones son consideradas por este grupo de cristianos como “maneras o formas” de la manifestación de la presencia del espíritu de Dios en sus vidas.

Estas dos posturas doctrinalmente religiosas, han producido desconcierto, duda y confusión en la vida practica de algunos cristianos, que con sentido común, desechan estas formas extremas de doctrinas y con deseo de agradar a Dios, no saben como conjugar la vida de los sentimientos, la de las pasiones y el mundo de los afectos, con la vida intelectual de la razón y del pensamiento reflexivo, tan necesarios para el entendimiento y comprensión de la Voluntad de Dios, y cual seria el lugar que deberían ocupar cada una de ellas en sus vidas sin afectar su relación con Dios y con los hombres.
Las pasiones humanas no serían ningún impedimento para nuestro desarrolo como cristianos si comprendemos que la clave se encuentra en reconocer nuestra incapacidad de producir fruto espiritual sin la amorosa y maravillosa intervención de Dios en nuestras vidas. Y la manera en que evidenciamos dicho reconocimiento es cuando acudimos en oración a nuestro Padre Celestial invitandolo a participar en nuestro andar cristiano.

Santiago 5:17

Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientementepara que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.

Santiago 5:18

Y otra vez oró y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto


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