jueves, 27 de diciembre de 2007

Un Lugar Para los Afectos

Dios define al corazón de la mente como la fuente de la vida, del alma o animo de los hombres (Proverbios 4:23). De este corazón es de donde proceden aquellos pensamiento que determinan las acciones, y de él emana nuestro carácter e individualidad (Proverbios 23 :7). Para el pensamiento hebreo el corazón era considerado como el lugar de la comprensión, del razonamiento, de la reflexión, de las opciones y de la vida afectiva del hombre, y también como la sede del pensamiento y de la actividad intelectual.
Y podemos inferir entonces, que el lugar donde moran los afectos y sentimientos más profundos e íntimos del ser humano se encontrarían en el corazón de la mente del hombre.
Dios compara al corazón con un “tesoro” (Mateo 12:35) queriendo significar con ello el grado de importancia, valor y relevancia que tiene para la manifestación de la vida del hombre, tanto sea de alma, como espiritual; por lo tanto la necesidad de su resguardo y cuidado son fundamentales.

La Biblia declara que tan solo existen dos lugares posibles en donde podemos orientar y depositar nuestros afectos y devoción en la vida, y de acuerdo para donde se incline más nuestro corazón, ello determinará el tipo de fruto o resultado que obtendremos.

Colosenses 3:1
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.

Colosenses 3:2
Poned la mira (froneo) en las cosas de arriba, no en las de la
tierra.


Dios nos comunica la coexistencia de dos realidades que diferentes, debido a su naturaleza, son fundamentales y determinantes para la vida de todo hombre. Estas son las “realidades terrenales” capaz de ser percibidas y palpadas por cualquier individuo, y las “realidades espirituales” que generalmente permanecen ocultas o poco claras al entendimiento humano fuera de la instrucción que da la Palabra de Dios. En Colosenses 3 :1-2 son denominadas como: “Las cosas de la tierra” y “Las cosas de arriba”.
La palabra “mira” es una palabra griega (froneo) que enfatiza una particular característica de la mente: “La facultad especifica de la mente y del pensamiento del hombre, en relación a la parte emotiva y de los sentimientos de la persona”. Figurativamente froneo se refiere al lugar de los pensamientos donde se ponen y habitan los afectos y sentimientos del ser. La raíz de esta palabra significa la envoltura del Corazón, y figurativamente también suele usarse para referirse al:
corazón, alma o animo del hombre.

Esta palabra froneo, es traducida en la Biblia en diferentes versiones como: mira, pensar, poner, sentir,. Algunos han definido simplemente a esta palabra como “mente” o “pensamiento”, y si bien es una de sus acepciones, es una definición muy general, que prestaría a confusión con la vida de pensamiento racional de los hombres; y que no dejaría en claro que, particularmente, se refiere a aquella
facultad de la mente en referencia a los afectos y los sentimientos como elemento de cuidado dentro del corazón de la mente.

Este mal entendido ha hecho pensar a algunos grupos cristianos que, la renovación del entendimiento, a la cual Dios se estaría refiriendo en la Biblia ( Romanos 12:2), “tan solo” tendría que ver con la capacidad racional, de comprensión y de menoría, como forma de excluir a los sentimientos, emociones, afectos y pasiones del hombre. Tal doctrina ha producido muchos errores prácticos dentro del cristianismo, predicando que tales sentimientos, afectos, y emociones, pertenecerían a la debilidad de la carne la cual debe ser eliminada.
En Colosenses Dios no nos dice de ninguna manera, que neguemos nuestros sentimientos, pasiones y afectos, sino
que procuremos poner nuestros pensamientos relacionados con los afectos y sentimientos en “las cosas de arriba” y “no en las de la tierra”.
Hemos sido educados por “la corriente de este mundo”(afectado por las consecuencias de la desobediencia de Adán) a enfocar nuestras pasiones y afectos y expectativas en cosas terrenales, formado así la gama de criterios y valores de los seres humanos, distorsionándolos del verdadero propósito para lo cual Dios los había diseñado desde el origen. Originalmente Dios le proveyó a Adán de vida de alma, con sentimientos, emociones, afectos; con cinco sentidos y capacidad de razón, como elementos necesarios de percepción, para poder interactuar con el habitad que Dios había provisto para el hombre, lo mismo como para interactuar con los otros seres vivientes. Pero junto a la vida de alma, también Dios le proveyó a Adán, de una vida de naturaleza particular, de carácter espiritual, que lo hacia participar y relacionarse con su Creador a imagen y semejanza de Él (quien era Espíritu y Santo) y proveyéndole de un nuevo criterio de origen espiritual en donde lo terrenal se encontraba sujeto a lo espiritualmente santo. Luego de la caída de Adán y a consecuencia de la perdida de esta vida espiritual en el hombre, se vio afectado también dicho criterio espiritual. A partir de allí la humanidad toda quedó sumida a la única posibilidad de criterio, a uno de naturaleza meramente terrenal, pero como sí esto hubiera sido poco, la tierra fue también afectada, volviéndose maldita, y junto con ella, fueron trastornados los valores y criterios terrenales pues a partir de ese momento lo terrenal estaría sujeto a lo espiritualmente impío.
Por ello el pretender separar la razón de los afectos y sentimientos en la vida practica de los hombres, es tan letal como procurar separar el alma del cuerpo. ¿Cómo entonces pensar que Dios propondría semejante cosa?. Tan solo Dios nos propondrá cambiar nuestra perspectiva y naturaleza de nuestros criterios y valores, de lo terrenal a lo espiritual. Por lo tanto, el racionalismo y el sentimentalismo cristiano, propondrán mandamientos y formulas, viciadas de criterios meramente humanos y terrenales, que tan solo producirán alejarnos del verdadero valor practico del cristianismo (basado en el amor de Dios), para remplazarlo por
“religión”.

Dios, en las palabras “Poned la mira (los afectos) en las cosas de arriba”, nos alienta a que pongamos los afectos más íntimos, los pensamientos que envuelven al corazón, en las cosas de arriba basándonos en un nuevo criterio de origen en Dios. Pero, ¿A que se refiere la Palabra de Dios con la expresión “las cosas de arriba”?. Para entender dicha expresión será necesario que veamos el siguiente pasaje de los Evangelios:

Juan 3:1
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.

Juan 3:2
Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.

Juan 3:3
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere “de nuevo”, no puede ver el reino de Dios.


La palabras “de nuevo” es la misma palabra para “de arriba” en Colosenses 3:1-2 . Cuando Jesús se refirió a nacer de nuevo se refería al nacimiento que proviene “de arriba” a renacer del espíritu de Dios, con características semejantes a las de Adán antes de la caída.
Podemos concluir entonces de Colosenses 3:1-2 que poner los afectos y expectativas en “las cosas de arriba” estaría haciendo referencia a anhelar aquellas realidades que pertenecen al nuevo nacimiento, que hemos recibido cuando aceptamos a Cristo como nuestro Señor para vida nueva. Mientras que las palabras “de la tierra” hace referencia a cuando los afectos y expectativas son puestos en las cosas de este mundo, que tendrán como resultado entre otras cosas, aflicción de la carne, pues la tierra se encuentra maldita.

Gran numero de cristianos alejados del conocimiento de las realidades del nuevo nacimiento, y no conociendo otro lugar en donde poner sus expectativas y afectos que en las cosas de la tierra, padecen aflicción en la carne y afectados por el mundo viven: frustrados, decepcionados, desesperanzados, cargados de emociones y sentimientos desencontrados con: miedos, angustias, depresión, pánico, con malos deseos, envidia, odio etc. y con conductas tales como: ira, enojos, pasiones desordenadas y violentas, que promoverán a formar una carga aun más pesada en la conciencia llamada
“conciencia de pecado”

Pensemos un instante en lo siguiente, La creencia genuina: ¿Es tan solo el resultado de la aceptación de razones o motivos conveniente o intelectualmente elaborados, o por el resultado del reconocimiento y entendimiento de una relación afectiva con nuestro Padre Celestial que nos producirá estar confiados en Él?. No habrá una creencia genuina a menos que decidamos inclinar nuestros afectos, nuestra confianza, nuestra expectativas en todo aquello que Dios ha hecho amorosamente por nosotros y en nosotros en Cristo Jesús, pues creyendo en ello nunca seremos avergonzados.

Romanos 10:11
Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado
.

El otro día leí un articulo que definía el mecanismo de la creencia en el hombre, que me gustaría analizarlo a la luz de lo que hemos visto hasta aquí

"Creencia es la sensación de certidumbre de algo que surge de una idea. Podemos tener ideas sin creer en ellas, hasta que disponemos de suficientes referencias. Cuando “sentimos” que una idea es cierta, se convierte en creencia".

Una sensación de certidumbre provocará en nuestro corazón la exposición de aquellas verdades anunciadas por las “Buenas Nuevas” del Evangelio de Cristo, que invitará inclinar nuestros afectos y pensamientos mas íntimos a aceptarlas para luego responder apropiadamente a la extensión del afecto amoroso de Dios en nuestras vidas.
Podríamos memorizar versículos y pasajes enteros de la Biblia y hasta citarlos literalmente pero, sin certidumbre no habrá creencia. Nuestro grado de certidumbre sobre el amor que El Padre tiene por nosotros determinará nuestra creencia, generando confianza, una confianza que nos hará confesar con la boca, aquellas cosas atesoradas previamente en el corazón; tales como:
...Sí Dios es con nosotros, ¿quien contra nosotros?... , o ...El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre...

Dios nos invitará y ayudará a desarrollar en nosotros aquellos sentimientos de afecto y de amor como los “hubo también en Cristo Jesús”.

Filipenses 2:5
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,


La palabra “sentir” aquí es la misma palabra usada para “poner la mira” (froneo) de Colosenses 3:2. Este sentir o sentimiento que tuvo Jesucristo fue el resultado de una relación afectuosa con Su Padre Celestial que movió su animo a llevar a cabo y cumplir la Voluntad de Dios en un servicio amoroso en beneficio a otros.


Dios sabe que tanto la razón como las emociones son partes de nuestra vida de alma , y Él, por medio de su afecto espiritual, por la manifestación de su gran amor, tratará de encausar los nuestros, conmoviendo nuestras almas utilizando la herramienta espiritual fundamental, “la espada de doble filo”, La maravillosa, eficaz y viviente Palabra de Dios.

Hebreos 4:12
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

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